Cuento todo ésto, porque la tarta de mi niña es una de las que tenía más ganas de hacer, ya que ella es la única hembra, porque es muy cariñosa, porque no paraba de decirme cómo quería su tarta (¡y eso que sólo ha cumplido tres añitos!) y por muchas cosas más. En fin, que la vida nunca sabes cómo se te vá a presentar y justo la semana antes del cumple, mi abuela tuvo que ser hospitalizada, así que estuvimos toda la semana liadillos. Yo fui haciendo la tarta a ratos, que si hoy cuezo un bizcocho, que si mañana forro un piso, y así..... La cosa es, que si hubiese tenido más tiempo, la tarta habría quedado veinte mil veces mejor, con tropecientos detalles más, los cuales estaban todos en mi cabeza, pero las circunstancias no acompañaron y la tuve que terminar deprisa.
Yo sé que mi cuñada me agradece mucho lo que hice, porque cuando me llamó para decirme que dejase la tarta para otro año me dio un gran disgusto, ella sabe que aunque no hubiese dormido en una semana la tarta tiraba pa´lante.
Así fue cómo quedó al final, pero como digo lo tuve que hacer a ratitos y sin mucho tiempo que dedicarle...pero el año que viene esperemos que todo sea distinto y mi niña se lleve su tarta al completo.
El bizcocho grande estaba compuesto de dos: uno de chocolate y otro de vainilla, así que al cortarla quedaba a rallas. El bizcocho superior era de chocolate y las torres de RKT, una mezcla de esponjitas con cereales de arroz inflado. Las cúpulas de los torreones eran barquillos de helado, que bañé en chocolate y luego les eché azucarillos rosa. El relleno de la tarta era de trufa y ganaché de chocolate blanco.
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